Ahmed al Sharaa refuerza su reputación en el extranjero, pero en Siria queda mucho por hacer
Un año después de la caída de Bashar al Asad, el nuevo dirigente sirio Ahmed al Sharaa rehabilitó a Siria en la escena internacional, pero en su país, devastado por años de guerra, aún debe afrontar dos retos: restaurar la seguridad y la confianza.
La frágil transición se vio sacudida por la violencia intercomunitaria en las regiones de minoría drusa y alauita y por las muchas operaciones militares de Israel en territorio sirio.
Al frente de una coalición de grupos rebeldes, Al Sharaa, un exyihadista de 43 años, se convirtió en jefe de Estado interino tras haber derrocado el 8 de diciembre de 2024 al dictador Bashar al Asad, miembro de una estirpe que gobernó Siria con puño de hierro durante más de cinco décadas.
"Un nuevo capítulo, que muchos creían imposible, se abrió para Siria", considera el analista Nanar Hawach, del International Crisis Group (ICG), citando el retorno al plano diplomático del país, que se había convertido en un paria y había sido objeto de duras sanciones desde el estallido de la guerra civil en 2011.
El presidente estadounidense, Donald Trump, se mostró particularmente entusiasta con el nuevo dirigente sirio, otrora en el punto de mira de Washington por sus vínculos con Al Qaida.
Estados Unidos y la ONU levantaron las sanciones contra él por "terrorismo" y una delegación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas visitó Damasco esta semana, un viaje sin precedentes en el país, para expresar su apoyo a las autoridades.
Ante la retirada de las sanciones estadounidenses, británicas y europeas, Ahmed al Sharaa hizo una gira por capitales árabes y europeas y Damasco anunció grandes inversiones en infraestructuras, energía y transporte.
El presidente sirio también acercó posiciones con Moscú, un apoyo inquebrantable del régimen de Asad durante la guerra y que dio asilo al expresidente.
- Violencia -
Aun así, "la rehabilitación internacional no sirve de mucho si los sirios no se sienten seguros en sus casas", advierte Nanar Hawach. "Al Sharaa ganó en el extranjero pero el verdadero veredicto tendrá lugar en el interior" del país, dijo a la AFP.
Muchos observadores consideran que la Constitución de transición no refleja la diversidad étnica y confesional de Siria y critican que el poder quede concentrado en manos del presidente, nombrado por cinco años.
Las facciones armadas fueron desmanteladas pero sus miembros, incluyendo yihadistas y combatientes extranjeros, fueron incorporados en el nuevo ejército sirio, y son sospechosos de cometer abusos y ajustes de cuentas.
La violencia intercomunitaria, que dejó miles de muertos en marzo y en julio, socavó la confianza en las autoridades, acusadas de no proteger a las minorías e incluso de incitar o participar en las atrocidades.
Las autoridades sirias abrieron investigaciones y detuvieron a sospechosos.
Pero estos episodios violentos suponen un doble "fracaso" para Al Sharaa, según el analista Nicholas Heras del New Lines Institute, en Washington, quien destacó que aún persisten dudas sobre la voluntad real del dirigente de frenar a los islamistas que lo llevaron al poder.
- "Señores de la guerra" con responsabilidades -
Para Gamal Mansour, investigador en la Universidad de Toronto, actualmente hay "señores de la guerra" con responsabilidades oficiales o semioficiales, lo cual alienta la inseguridad y la crisis de confianza.
Sin embargo, "la mayoría de los sirios consideran que Al Sharaa es la única alternativa" a un vacío de poder que sería "aterrador".
Además de las minorías drusa y alauita, en el norte de Siria vive la minoría kurda, que reclama una importante descentralización del poder, algo que Damasco rechaza.
La administración kurda aceptó en marzo incorporar a sus tropas e instituciones al poder central en el plazo de un año, pero las negociaciones están estancadas.
Otro desafío relevante con el que tendrá que lidiar el gobierno de Al Sharaa son las operaciones militares del ejército israelí, que bombardea el territorio con regularidad y realiza incursiones, con el objetivo -- afirma -- de combatir a grupos islamistas.
Desde la caída de Bashar al Asad, Israel desplegó tropas en la zona desmilitarizada de los Altos del Golán, una área de amortiguamiento entre Siria y la parte de esa meseta que Israel se anexionó de forma unilateral en 1981.
A principios de diciembre, Donald Trump lanzó una advertencia a Israel, al que pidió no "interferir" en la transición siria.
S.Delgado--ESF